sábado, 18 de octubre de 2014

TERCER PREMIO DEL CONCURSO "ACERCANDO PALABRAS" CATEGORÍA SECUNDARIA.

Piedra libre

Las escondidas no es un juego que  me guste, en realidad creo que nunca me gustó. Cuando era pequeña con mi padre lo jugábamos todo el tiempo, pero yo siempre perdía y, por más que buscara en todos lados, nunca lo encontraba. Mi papá tenía su secreto. Jamás olvidaré esas tardes jugando, buscando a mi papá por todos lados, y siempre el juego terminaba igual….siempre terminaba llorando porque mi papá se había ido.
Todos los domingos por la tarde eran iguales, y siempre dentro de mí tenía la esperanza de encontrarlo y ganar el juego. Antes de que el reloj indicara las 4 menos cuarto mi papá me decía: “¿quieres que juguemos a las escondidas?” y yo siempre contestaba emocionada con un “¡sí papi!”. Otra vez me encontraba contando en un rincón de la pared. 1, 2, 3, 4, 5, 6,7, 8, 9…Y ¡10! – grité- ¡Te voy a encontrar papá!
Caminé lenta y sigilosamente hasta la habitación de mis padres, me agaché y me fijé debajo de la cama, pero no había nada. Caminé un poco más rápido hacia el comedor y me fijé bajo la mesa…nada. Me dirigí hacia el living y miré en el pequeño baño que teníamos pero, nuevamente, no había nada. Apresuré mi paso y fui hacia la habitación de mi hermana; otra vez, no había señales de mi papá. Me fije detrás de cada cortina de la casa, pero nuevamente nada. Desesperada corrí hacia mi mamá que estaba en la cocina.
-       Ma, ¿Viste a papá?
-       No hijita- mirándome con cierta tristeza en sus ojos- Ve, tal vez lo encuentres- me alentó
-       De acuerdo.
Y así seguí buscando en cada rincón de la casa, pero no lo encontré. Debía enfrentarlo: siempre era  lo mismo, nunca iba a cambiar, siempre iba a perder. Resignada y llena de tristeza me iba a mi cama y me acostaba en ella, y esperaba a que el tiempo pase, que los días transcurran, que mi papá regrese, que vuelva a ser domingo y que vuelva a pasar lo mismo.
Pero al siguiente domingo, a las 4 menos cuarto no pasó nada. No estuvo la misma pregunta de siempre “¿jugamos a las escondidas?”, no estuvo la misma respuesta ni la misma desilusión al terminar el juego. El domingo fue diferente. Los tres nos subimos al auto y luego de unos minutos nos detuvimos frente a la vieja estación de trenes, nos bajamos del vehículo y caminamos hasta estar a unos pasos de las vías. El aire que circulaba en aquella estación de trenes estaba lleno de tristeza, de lágrimas y despedidas. A lo lejos se escuchó el tren que anunciaba su llegada.
- Las amo – nos dijo mi papá a mi mama y a mí
- nosotros también te amamos – le dijo mi madre dándole un beso.
- te voy a extrañar papi- dije con mi inocencia de 5 años
- yo también mi vida- contestó con un tono melancólico y me abrazó.
Me dio uno de esos abrazos de despedida que están llenos de dolor y te quedan gravados en la piel. El tren se detuvo frente a la estación. Mi papá nos dio una última mirada y se dio la vuelta para subirse al viejo y destartalado tren.  En cuestión de minutos la locomotora comenzó a moverse nuevamente y mi padre, desde su asiento junto al vidrio, se despedía con la mano. No sé si fue un impulso o las ganas de subirme e irme con él, solo sé que me encontraba corriendo junto  al tren como si mi vida dependiera de ello. Corrí, corrí y corrí hasta que ya no pude más y simplemente me quedé allí parada como una estatua, viendo cómo el tren se alejaba. Ahora sólo debía esperar que pasen los minutos, las horas y los días para que mi padre vuelva de trabajar y escuchar su voz diciendo “¿jugamos a las escondidas?” y yo, como una tonta ilusionada, respondiera “sí papi”.
Ese es uno de los momentos que más me acuerdo de mi niñez, a veces cuando simplemente cierro los ojos, las imágenes aparecen en  mi cabeza como si se tratasen de una película…
                                                                                                                                                            
Aymará Jazmin Pastorino. 14 años. Escuela Normal.


TERCER PREMIO CONCURSO "ACERCANDO PALABRAS" CATEGORÍA PRMARIA.

El televisor y el por qué
Hace tanto, pero tanto tiempo que nadie sabe cuánto, sucedió un hecho que nos cuenta
porqué los televisores no tienen orejas.
Todo comenzó así: los televisores sí tenían orejas y gigantes… De pronto todo cambió
cuando una nena llamada Elisabeth hacía los deberes en su casa y se le ocurrió jugar
porque la mano se le había cansado y además estaba aburrida. Pensaba: ¿ por qué la
maestra Puñilita es tan, pero tan obsesiva con las tareas? Al menos nos debe dar 35.000
tareas como si pensara que a nosotros el tiempo
nos lo regalan. ¡Qué maestra molesta y obsesiva!
Al día siguiente Elisabeth se pone a mirar televisión. Como ya les dije en otro tiempo los
televisores tenían orejas así que no era extraño que escucharan todo lo que las personas
decían. Por esto no se podía decir ni una palabra con el televisor prendido porque ya
metía la cuchara y decía cualquier pavada. Por ejemplo si alguien decía: “¡Ay, qué novela
tan aburrida!” el televisor contestaba: “Cambiá de canal, poné otro programa o
directamente  ponete a charlar con alguien”. Un día, mientras Elisabeth miraba televisión, de pronto se cortó la luz y luego regresó , se volvió a cortar y así muchas veces. Tantos
choques eléctricos hicieron que al televisor se le cayeran las orejas por eso es que ahora
no tienen. ¡Y menos mal!  Nadie quiere ver a los televisores chusmitas o inquietos.-


    Agustín Iglesias. 11 años .Escuela de educación especial.

martes, 14 de octubre de 2014

CUENTO GANADOR DEL SEGUNDO PREMIO CATEGORÍA SECUNDARIA 2.

Segundo lugar en la segunda categoría secundaria del concurso "Acercando palabras"

 Yo tuve más valor                               

No sé qué fue lo que me motivó a hacer lo que hice pero sé que ya nada va a sé igual cuando me descubran, estoy pensando qué voy a decir cuando todo salga a la luz. Creo que van a matarme.
Acá estoy, sentado en mi habitación, esperando lo peor, creo que llegará mi fin, pero… ¡no importa! Yo sé porque lo hice.
Él era mi mejor amigo, pero un traicionero al final, no me arrepiento no. Él era un falso y no me importa nada a mí, no me importa que después venga del infierno a buscarme, solo sé que hice lo correcto. Él insultó a mi madre y por eso le pasó esto.
Creo que nadie va a saber pero si me descubren no me importa. Él era más grande que yo, pero yo tuve más valor que él.
Me acuerdo del día en que lo conocí. Yo estaba sentado en un parque, llorando; lloraba porque me habían golpeado, y él apareció. Me ayudó a pararme, me preguntó cómo era mi nombre y me acompañó a mi casa, desde ahí fuimos inseparables, él era como mi hermano, pero ahora no más, él no está más, se pasó cuando dijo eso tan grave de mi madre. Cuando lo encuentren sabrán que fui yo.
Quizás mañana tenga ganas de salir.
Mi mamá está dele preguntarme por él, como si sospechara algo, con tristeza en sus ojos. Yo creo que de verdad tuvo algo con él, pero quiero creer que no.
Ahora escribo porque no sé qué irá a pasarme después, no tengo ganas de nada, solo de escribir lo que siento. Siento que lo extraño, ¡pero lo odio! Y no hay nada que pueda hacerme arrepentir. Solo sé que por más que ya no esté lo voy a extrañar pero ahora que lo pienso bien ¡que se quede en ese infierno de descampado!, donde YO tuve más valor.



Natalia Lo Gioco. 16 años. Esc. Técnica. 


CUENTO GANADOR DEL SEGUNDO PREMIO CATEGORÍA SECUNDARIA 1.



Pertenece a la primera categoría Secundaria del concurso "Acercando palabras".

DESGRACIADO MILAGRO
Todas las noches aparecía el borracho en el medio de la sala, ella como en  todas las ocasiones intentaba quitarle la botella y la copa todavía medio dormida. Su amor por él era algo de otro mundo ya que sabía cómo era el hombre, tenía en cuenta que iba a permanecer a su lado para siempre y que su esencia y sus hábitos no iban a cambiar. Pero, a pesar de todo esto, ella siempre se mostró feliz –si se puede compartir que su verdadera felicidad era su hijo-.
Algunas personas se preguntaban si ella lo amaba o solo lo soportaba por el bienestar de su hijo, nunca sabremos cuál es la verdad sino siempre se escucharán por ahí esas dos posibles versiones. Lo que sí sabemos con precisión es que todas las noches la copa que sostiene el borracho se cae al suelo pero que esta nunca se rompe y que de la nada aparece una vieja gitana gritando como loca:- ¡Desgracia! ¡Maldita desgracia!-.
La verdad es que lo que el borracho pretende que es una desgracia para él, significa un milagro para el hijo de su mujer. Porque el tiempo se paró un día, el día en el que la copa no se rompió por primera vez. Provocando que las últimas veinticuatro horas se repitieran, esto permite que la enfermedad terminal del niño no avance porque ya no hay más tiempo.


Camila Celeste Agüero. 13 años. Colegio San José.

CUENTO GANADOR DEL SEGUNDO PREMIO CATEGORÍA PRIMARIA.

Cuento breve que obtuvo el segundo premio en categoría primaria, concurso "Acercando Palabras".

EL MUNDO SIN GRAVEDAD

Había una vez un planeta llamado  Super tierra ya que en ella habitaban humanos iguales a nosotros. Estaba ubicado en un galaxia más lejana que la de Star Wars, a aproximadamente diecisiete billones de años luz de la Tierra.
No era cualquier planeta, este planeta tenía un rango de gravedad de valor negativo uno, que implicaba una gravedad inexistente en la galaxia que habitamos los terrícolas y cuando te expones a ella sales volando más rápido que la velocidad de la luz;  cualquiera puede ver un planeta con gravedad 0 pero no muchos pueden ver uno con gravedad negativo uno,  ya que es algo muy raro.
La gente no sabía qué hacer;  no importaba que tan pesados eran, de todas formas no iban a poder pegarse al suelo. Lo único que hacía que la gente este en el planeta y no flotando a la deriva era una especie de cubo transparente que hacía que, cuando los habitantes del planeta se alejaran y antes de salir volando, hacían pié  y podían regresar de un salto.
Cansados de tantas flexiones, un científico invento la maquina gravitacional, que permitió que la gente estuviera más o menos en el piso o por lo menos no flotara tan lejos;  de todas formas, una vez que la gente que había vivido en la época de la gravedad -1 murió, la gente de la nueva generación entro en pánico y comenzaron a hacer cosas como adoptar elefantes solo para poder únicamente tener unos 10 metros menos de altura al flotar, aunque de tanta desesperación un hombre llamado Ramón, de aproximadamente 30 años, invento una máquina del tiempo ya que había estudiado todas las materias existentes y por existir únicamente para traer a su tiempo, al no muy famoso pero si muy grande argetinosaurus que es hasta nuestros días el dinosaurio más grande y debido a eso el más pesado del universo entero, para lograr quedarse pegado por completo al piso;  pero aunque el dinosaurio fuera vegetariano era demasiado grande y la gente se quejaba de eso aunque a ese hombre ni le importara lo que dijeran un día mientras guardaba el dinosaurio sus amigos lo llamaron para que fuera a ver su nueva consola que por cierto él había inventado y se llamaba la ps5 que aun no salía en esos tiempos, la cosa es que el hombre olvido cerrar el portal y todas las cosas del pasado y el futuro se juntaron en el presente como no había tanto espacio en la casa el hombre tuvo que explicar que es lo que pasaba y así lograr que  dividieran con construcciones parecidas a la gran muralla china para que así estuvieran los de cada tiempo separados.
Una vez arreglado el inconveniente temporal, debían nuevamente preocuparse por la gravedad 0, y ya que atarse a cosas no servía, pensaron en poner trampolines para tener un mundo aéreo. Pero la solución no duro más de 2 o 3 años ya que los trampolines se estiraron y oxidaron, además que los repuestos y los resortes eran demasiado caros como para reponerlos a diario; así que un día, dos personas cansadas de eso fueron a escondidas a donde estaba la maquina gravitacional y robaron los planos de la misma, la mejoraron e hicieron la maquina gravitacional 2 y la dieron a conocer como suya,  esta contaba con una aplicación individual de gravedad y no general como la original pero aunque proporcionara la gravedad normal  solo duraba unos 15 minutos máximo o dos días de gravedad similar a la de la luna que por cierto no era muy distinta a la que estaban acostumbrados.  Ahora tenían dos opciones:  o racionar su uso o venderlas industrialmente. Antes de tomar la decisión llamaron a los tres tiempos, como ustedes ya saben, pasado, presente y futuro;  la decisión fue producirlas industrialmente, y los responsables de hacerlas serían los hombres del futuro ya que los del pasado no tenían la menor idea de que les hablaban y los del presente no tenían suficiente conocimiento.
Unos meses después, todos tenían una máquina gravitacional y de esa forma todos vivieron una vida normal como la nuestra.


Valentín Marote. 11 años. Escuela Normal.

sábado, 4 de octubre de 2014

ECO literario Nº 4 Y 5.





CUENTO GANADOR PRIMER PREMIO DEL CONCURSO "ACERCANDO PALABRAS" 2014.

Género: cuento               ARREPENTIMIENTO
Edad: 16
El chico abrió la puerta de su casa reinada por la penumbra, pasó por el umbral gritando el nombre de su madre para asegurar si esta se encontraba ahí o no, nadie le contestó. Entró y cerró la puerta, dejó la pesada mochila sobre la mesa y sacó todas sus cosas de ella. Encontró lo que buscaba, una soga que había comprado en la ferretería de camino ahí.
Siguió por el comedor hasta el teléfono que se encontraba en el living, llamó a su madre y le pregunto a qué hora llegaría. Ella trabajaba de maestra en una escuela para mantener toda la familia. Le confirmó lo que quería saber, llegaría a las cuatro de la tarde, le quedaban tres horas para lograr su plan.
Se cambió y comió algo rápido, se sentó en la mesa delante del papel donde plasmaría sus últimas palabras. Era algo difícil de escribir, comenzó dirigiéndose a su madre “nada de lo que haga es tu culpa, te amo más que nada en este mundo, tú eres y siempre serás mi heroína. Dile a mi padre que es un hijo de puta por no haberme querido y dile que no tenga la satisfacción que hago esto por él. Te voy a extrañar mucho te espero en el cielo” cuando terminó las lágrimas recorrían sus mejillas, algunas de tristeza, otras de furia.
Se iba a suicidar, lo había decido cuando se despertó en la mañana. En la escuela al verla a ella y que sus compañeros lo insultaran y despreciaran solamente aumentó su deseo. No era solo por esto sino la suma de todo, el amor de su vida que nunca le pertenecería, sus “amigos” que lo utilizaban cuando había que hacer un trabajo o tarea difícil y luego seguían odiándolo, su padre, la pobreza, y una larga lista de etcéteras.
Tomó asiento en el sillón para pensar la forma, todavía no se había decidido, compró la soga pero quería la forma menos dolorosa de morir, lo que él deseaba era dejar de sufrir, no llamar la atención. No tenía pistola ni arma alguna, cortarse las venas era demasiado doloroso por lo que lo descartó, así que su única opción era ahorcarse.
Llorando, pero decidido, se dirigió al jardín con la soga en la mano y una silla en la otra. Encontró el árbol más alto e hizo el nudo y pasó la cuerda sobre la rama, colocó la silla debajo. Miro su trabajo cuando terminó y sonrió, al fin acabaría su dolor, tanto tiempo llorando y deseando que terminara todo.
Extrañaría a su madre, eso era lo que lo detuvo por mucho tiempo pero ya ni eso lo detenía. Subió a la silla y ajustó la cuerda a su cuello. Pateó el asiento y sus pies encontraron el vacío pero no calló por la soga que ahora apretaba su cuello privándolo del aire. Los dieciséis años de su vida pasaron por su memoria, momentos felices, momentos tristes, caras y caras de personas que había conocido, familia, amigos, su único y último amor, su madre. Cuando se arrepintió ya era muy tarde, el nudo era tan apretado. Su cuerpo se retorcía tratando de soltarse pero no pudo. La última palabra que cruzó su mente fue:” no”, antes de soltar el último aliento y dejarse vencer por la muerte.


Francisco Garcia. 15 años. Escuela Normal.
ahorcado: Destacó el empresario con impuestos y crisis problema Foto de archivo

CUENTO GANADOR DEL PRIMER PREMIO DEL CONCURSO "ACERCANDO PALABRAS" 2014.

Género: Cuento
Edad: 13 años

Tierras lejanas
Eran las nueve de la mañana de un 6 de agosto. Todo era nuevo; las calles; las casas; la gente; mi vida, y simplemente por otra nueva mudanza, otra de las tantas que hemos hecho mi familia y yo durante nuestra vidas. Creo que ya estoy acostumbrada a este tipo de vida y aunque quisiera no podría cambiarla.
Llegadas las 5 de la tarde pudimos al fin desempacar y acomodar todo en nuestra nueva casa, que era colonial. Inmediatamente después, salí a recorrer mí barrio, mi nuevo hogar. Vivía en el centro; a  la derecha estaba la plaza principal y a la izquierda, un par de negocios. Consideré que el barrio era agradable.
Ya era la tardecita y había recorrido bastante. Estaba dando la vuelta en la esquina cuando algo enorme interrumpe y me da un gran asombro; era nada más y nada menos que un caballo, montado por un jinete, vestido con ropa tradicional de gaucho; una gorra roja, una camisa a cuadrillé, unas bombachas blancas  y unas botas negras. Fue tal mi asombro de ver un caballo en pleno centro, que me mareé un poco, traté de tranquilizarme, dar un paso hacia atrás e ir por otro camino, y eso es justamente lo que hice, pero al girar venía un hombre en un “sulky”. El reloj de la ciudad se había detenido, ninguna de sus agujas hacían el mínimo movimiento.
 El tiempo se había parado y las épocas lejanas habían vuelto como si alguien las hubiera revivido. Estaba confusa, todo me daba vueltas, el mundo estaba al revés al igual que yo. Tal vez era una ciudad del tiempo que volvía y retrocedía sin ningún motivo. De repente los caballos y los “sulky” se multiplicaban, las personas vestían como gauchos, paisanos e indígenas. Sentía que sobraba, y era justo lo que hacía allí, sobrar, en una época que no me correspondía, tal vez eran 20 años atrás, tal vez una eternidad.
Volví a mi casa sin mencionar una sola palabra del hecho ocurrido. Temía que mi familia no estuviera viendo lo que yo, o aún peor, que mi familia sean ancestros de épocas pasadas, que habían revivido como todos los demás. Esa noche no pude dormir, era lógico, algo fantástico había ocurrido y estaba confundida.
Al día siguiente fui a la escuela. Era muy linda. Mis nuevos compañeros me hicieron sentir como en casa y eso me gustó mucho. Sentí que todo transcurría con normalidad, que todo lo ocurrido el día anterior había sido como estar en una máquina del tiempo por unos momentos y al final todo volvía al presente. Quizás este ciclo se repetía a menudo en este misterioso pueblo.
Me senté con una chica llamada Anna, era muy simpática. Me sentí lo bastante segura para contarle lo ocurrido el día anterior. A veces con las personas que más puedes hablar sobre ciertos temas son con las que aún no conoces muy bien, ¿Será porque son las que más te escuchan? Sea lo que sea, a mí siempre me ha pasado. Traté de explicarle de la mejor manera posible el hecho que tanto asombro y desequilibrio me provocó y cuando al fin pude terminar soltó una carcajada. Yo no sabía a qué se refería su risa y personalmente lo tomé como una burla. Fue entonces que dijo:
-Perdón por la risa, pero es que vos sos nueva en esta ciudad y lo primero que tenés que saber es que aunque Los Toldos es una ciudad, todavía conserva las características de un pueblo…-
-Pero… ¿Los gauchos, los caballos y el reloj?- interrumpí.
- Ayer, 6 de agosto, fue el día del pueblo y para festejar, todos nos vestimos como nuestros originarios... – Me explicó.
- Y… ¿El reloj?- Pregunté para seguir teniendo un poco de autoestima.
-Bueno, el reloj ya hace unos varios años que no anda, y sigue estando allí como un patrimonio cultural, se podría decir-
Di por terminada la conversación. Me sentía avergonzada por haber imaginado algo así, pero lo único que sí sé es que me queda mucho por descubrir de este pueblo y estoy  ansiosa de hacerlo.
Chiara María Villa. 13 años.
 Colegio San José.






CUENTO GANADOR DEL PRIMER PREMIO DEL CONCURSO "ACERCANDO PALABRAS" 2014.

·         Género: Cuento.
·         Edad: 12 años


La dama antigua

En un lugar lejano, una familia británica está terminando la mudanza. Han elegido una casa a las orillas del mar, y gracias a su clase social alta, no ha sido un gran problema pagarla. Supuestamente es un pueblo tranquilo. Sin embargo, los rumores dicen lo contrario…

Sin más, dejando todo atrás, Corey, un joven con ojos color miel, pelo castaño e inteligente, se encaminó a la biblioteca, lugar que sus tíos le habían recomendado, ya que ellos habían vivido allí durante dos años. Tan metido en sus pensamientos, él camina por las calles de vista gentil, observando en el horizonte  la fachada de un edificio añejo con pérgola,  que parecía calcular cada uno de tus movimientos desde aquella colina. De pronto,  no se dio cuenta que casi fue protagonista de un accidente.
-¿Cómo vas a cruzar en verde?- gritaron al unísono los conductores disgustados.

Al anochecer fue cuando llegó a la condenada biblioteca. Miró detenidamente,  y ésta tenía aires arcaicos… Pues claro: ¡era una biblioteca!...  Entró y la puerta dio un chillido tenebroso. El bibliotecario, Mr. Rool, con un aura oscura, ni se inmutó. Sin dar mucha importancia, Corey caminó hasta una de los estantes,  y lo examinó hasta encontrar el libro indicado: “Los gatos negros”,  de Dylan Wolf. Triunfante, se sentó lo más alejado de la llamativa escalera que se encontraba en medio del establecimiento.

Luego de que unos cuantos minutos transcurrieran, se escucha:
-¡Mr.Rool…!
Luego,  una gran carcajada que rompe el tenebroso silencio.  Corey miró al bibliotecario,  quien tenía los ojos como plato, y, a paso ligero,  subió por la escalera.
Los minutos pasaban y el señor no bajaba. Corey seguía mirando de reojo la escalera, en espera del señor. Se sentía muy solo. La curiosidad lo mataba y de a poco, peldaño por peldaño, fue subiendo hasta llegar al segundo piso.
Era una habitación vacía, y no había ningún alma además de la de él. O eso creyó, porque una extraña brisa rozó su nuca, atemorizándolo. Luego,  escuchó una ligera risita. Miró para un costado y vio la repentina aparición de muchos utensilios de cocina, moviéndose solos de un lado para el otro, volando  y… ¿hablando?

De pronto, personas trasparentes se aparecieron de la nada,  con sonrisas en sus rostros:
-Eres curioso,  chico…- dijo una anciana,  con ropa anticuada para la época actual en la que vivimos.
Comiéndose vivo por el miedo, Corey bajó corriendo las escaleras,  y se dirigió a la puerta.  Trató con tanta desesperación abrirla, pero no pudo. Como segunda opción,  abrió una ventana y logró escapar. Sin mirar atrás, entró en un almacén. Allí, la gente lo miraba con desapego y de reojo, cosa que no le importó. Balbuceando, intentó explicar lo sucedido y conseguir a alguien que lo ayudara a buscar al señor Rool, pero quienes lo escuchaban,  manifestaba una actitud apática ante su relato. El dueño de la tienda de pronto rompió el silencio,  y le dijo
-¡Estás loco, chico!  ¡Se nota que no eres de por aquí…!-
Su vista se nublaba,  pero Corey pudo ver a la dama antigua posar sus manos en los hombros de quien le dirigía la palabra. Con una mirada penetrante, posó su dedo índice sobre sus labios,  y a la vez musitó:
-¡ Shh…!
Ahí, la vista de Corey se nubló por completo. De repente,  de un salto despertó y se encontró con el libro en su regazo, aún dentro de esa tétrica y gigantesca habitación de la biblioteca. Con desesperación,  miró a su alrededor,  y vio al bibliotecario en su trabajo, organizando libros.
 Suspiró aliviado. Miró el libro.  Caminó hasta el estante y lo dejó.  Pero cuando se disponía a marcharse,  la misma carcajada escuchó,  que nuevamente le helaba la sangre:
-¡Mr., Rool…!

                                                                                        

Zoe Quiroga. Escuela Técnica.