RÉQUIEM PARA UN ULTRAJE
Cuando amanece, mi tierra florece
en mil sonidos y arco iris de verdes.
Enderezo mi espalda y miro el cielo
que en la línea final casi se pierde.
Miro, y siento un dolor que me subleva,
dolor por ser de un pueblo resistido.
Mi raza fue
dañada y quebrantada,
como la de otros pueblos elegidos.
Nos borraron de la faz de la tierra
mediante impunidad e indiferencia;
los que quedamos somos un puñado
sin fe, ni identidad, ni coincidencias.
Perdimos lo que distinguió a mi raza:
nuestro orgullo de descender de dioses.
Nuestras almas penaron desde entonces
queriendo recordar, de ayer, las voces.
Vivir sin dignidad no estaba escrito
en las sagradas leyes de la historia;
tampoco errar vagando como parias,
siendo dueños de tierras y memoria.
Porque no tengo permitido el llanto
con mi sólido puño hiero el aire.
Quiero morir de pie, mirando el cielo,
todo mi ser rechazando el ultraje.
Marta Guzzo.
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