jueves, 12 de marzo de 2015

DOS MUJERES, DOS DESTINOS. POR TRINIDAD URQUÍA.

Texto leído por la presidenta de la Sociedad de Escritores en conmemoración del día de la mujer el 8 de marzo de 2015, en el teatro Italiano de Los Toldos, en el marco del evento: "Mujeres que cantan y bailan".
                                                                              Trini Urquía.

                                                                    Evita.
DOS MUJERES, DOS DESTINOS.

“Esta es una pequeña o gran historia, según como se la mire. Es la historia de dos niñas que, con pocos meses de diferencia, llegaron al mundo, en nuestra querida ciudad de Los Toldos. Dos niñas cuyas vidas transcurrirán en circunstancias asombrosamente parecidas a veces, y paradójicamente diferentes, otras.
Ambas nacerán en hogares humildes, en sendos campos de Los Toldos. Crecerán sabiendo que, hay que luchar para vivir y que la sociedad no trata igual a ricos y pobres, que hay sinsabores que marcan para siempre.
Ambas, en diferentes momentos de sus vidas, dejarán su ciudad natal y se trasladarán a la vecina ciudad de Junín, desde donde una de ellas, partirá luego en cumplimiento de un glorioso destino.
El año 1947 las encuentra, con 28 años, en estratos sociales totalmente diferentes. Mientras una de ellas viaja por Europa, siendo recibida por pontífices y jefes de Estado, con todos los honores, la otra, reina y señora de un hogar humilde pero lleno de amor, recibe de la vida un regalo profundamente anhelado. Después de parir cuatro hijos varones, puede mecer entre sus brazos, a la tan ansiada niña que ha de criar con todo el amor, inagotable y puro, que cabe en el corazón de una madre.
AÑO 1952: las dos niñas toldenses, mujeres jóvenes de treinta y tres años de edad, en la plenitud de sus vidas, con sus mentes llenas de sueños y proyectos, con un enorme caudal de amor para dar y recibir, son golpeadas por la tragedia y, como en sus nacimientos, con pocos meses de diferencia, entrarán a la Eternidad.
A una de ellas la llora todo un país. A la otra, su pequeño e inconsolable círculo íntimo. Se llamaban Eva Duarte una y Manuela Nahuel, la otra.
De la primera, ya todo ha sido dicho. La segunda, era mi adorada madre.
Año tras año, el país rinde su homenaje a Evita y yo, anónimamente, lloro la temprana muerte de la mujer que me dio la vida. Y en cada 8 de marzo, cuando se habla del valor de la Mujer, yo pienso en ellas. Porque desde las antípodas de sus destinos, ambas me enseñaron que una mujer es importante y puede descollar en cualquier ámbito donde le toque desempeñarse.
Ama, sueña, sufre, trabaja, dignifica la vida en cualquier estrado donde la ubique la Historia. Desde el más encumbrado círculo de poder hasta el más sencillo espacio de un hogar, ella pone su impronta, su sello, todo lo grande, imponderable y magnífico con que Dios la dotó.

Por eso, me siento orgullosa de mi condición de mujer. Yo que he sido hija, esposa, madre, estudiante, trabajadora, como miles de mujeres que, a diario, ponen su esfuerzo y luchan labrando su propio destino, sin renunciamientos ni claudicaciones. A todas, ¡¡¡FELIZ DÍA!!!.”

TRINI.

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