Mi niñez, enmarcada en interminables sucesiones de vuelos, generaba movimientos serpenteantes como la silueta de un acordeón; inmerso en la insondable pasión de mi naturaleza en la tendencia a la creatividad, esquivaba la trampa del diario vivir. El viento cómplice, con sus caricias de tilo y violetas, acompasaba la necesaria inconsciencia para lograr ver la realidad desde lejos y así dar vida a una multiplicidad de fantasías que iban de la mano de mis anhelos.
General Viamonte.18/01/2012
Luis Eduardo Campos
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