EL CUMPLEAÑOS DE FRANCISCO LARREA
Aquella mañana del mes de julio, mas precisamente el día 19, Francisco Larrea descendió las escaleras de su casa sin volver la vista atrás, su decisión fue tan repentina como contundente, al menos así lo creía en ese instante, se sentía herido en lo más intimo de sus sentimientos, hoy, si. Hoy que para todos sería un día como todos, menos para el, ya que por ser su cumpleaños número 50, nadie pero absolutamente nadie de su familia lo había recordado, no es que fuese muy importante, reflexionaba Francisco, pero al menos esperaba un abrazo de su mujer, el tradicional ¡feliz cumple! Papá ¡! de sus hijos, nada de todo eso había ocurrido.
Decidió que deambularía sin rumbo donde sus pasos lo llevaran, lo acompañaba una extraña sensación, mezcla de vacío y tristeza a la vez, sentimientos inexplicables que nos invaden a veces a los seres humanos, llegó hasta una plaza, una de las tantas de la ciudad de Baradero, donde desde hacia ya algunos años residían Francisco Larrea y su familia, serian mas o menos las 10 de la mañana de aquél sábado invernal, Francisco se recostó donde más daba el sol, en el césped, cerró los ojos y se dejó llevar por sus pensamientos, estos fueron directamente a su infancia y mentalmente vio a su madre inclinada sobre la vieja pileta de porlan, lavando la ropa de su hermano y la de el, la vio tal cual era, majestuosa, digna, orgullosa de sus hijos. Recordó a sus compañeros de la escuela primaria, de los cuales hace tiempo que no tenía noticias.
Se vio a si mismo, con su primera pelota de fútbol esperando el partido de las 5 de la tarde
Todos eran recuerdos agradables, para nada perturbadores, para nada traumáticos pensó. Francisco Larrea. El cambio se produjo en la adolescencia, cuándo aquella extraña, violenta y material sed de superioridad se apoderó de el, sí, debía reconocerlo, eso era bien cierto.
Terminó los estudios secundarios y eligió a conciencia una carrera que le permitiese ascender en pocos años a los cargos más altos y mejor remunerados, se recibió de contador Público e inmediatamente el Banco más prestigioso de Baradero solicitó sus servicios, le valieron además de su gran inteligencia, ingenio, astucia y por qué no decirlo, su desmedida ambición de estar por encima de todos económicamente.
Nada era más importante para Francisco Larrea que su cargo de gerente, y lo manifestaba cuantas veces le era posible, “Primero el cargo, después todo lo demás”
Repetía, y en todo lo demás, por supuesto, estaba su familia, además sentía que le producía una gran satisfacción saberse rodeado de colegas que estaban en condiciones económicas inferiores a las suyas, aunque trataba que nadie lo notase.
Así es que nunca estuvo presente, ni cuándo sus dos hijos nacieron, ni cuándo comenzaron la etapa escolar, ni cuándo alguna vez se enfermaron, ni cuándo se graduaron, ahora, hoy precisamente en el día de su cumpleaños, Francisco Larrea reacciona sobre lo que a hecho con su vida, se arrepiente y piensa con amarga decepción, “Así he vivido, ¿Pero esto es vivir? “, ¿Que es lo que espero, si éstas son las reglas que yo mismo impuse?, no he sido otra cosa que un padre ausente….!. Francisco Larrea miró su reloj, eran las 4, estiró las piernas, se incorporó,
Decidió caminar, las calles estaban desiertas, solo algunos transeúntes que iban y venían de hacer sus compras semanales, un grupo de jóvenes en ropas deportivas, con sus bicicletas, se dirigían hacia un lugar de entrenamiento con toda seguridad, se había levantado un viento helado, filoso, cortante, no obstante, bajo el cielo limpio claro y luminoso la tarde prometía ser buena. De pronto Francisco Larrea recordó a su hermano fallecido en un accidente en la ruta 7, hubo varias hipótesis pero en Definitiva nada se aclaró, lo único claro, pensó Francisco Larrea es que su hermano nunca más escribiría un poema, ni pintaría un cuadro, ni vería crecer a sus hijos, porque la muerte es así, terminante, total, arrasadora.
¿Como será mi muerte, piensa francisco Larrea y el pensamiento lo aterra, pero no desiste, quiere indagar dentro de su alma, descubrir hasta donde llega su orgullo su vanidad, su egoísmo, su cobardía, su miedo y mientras tanto, imagina….
Como será aquello que me espera?, tal vez y en el mejor de los casos me sorprenderá un infarto o quizás padeceré una larga enfermedad que por lo lenta se hará más cruel e irá carcomiendo mis órganos y mis vísceras poco a poco, el dolor deformara mi rostro y en torno de mi lecho la familia me observará de soslayo con mal disimulada lastima y entre conjetura y conjetura me echaran la culpa de estar moribundo: “Yo le dije tantas veces que tenía que hacerse un buen chequeo, nunca hizo caso, ¡ahí lo tenés ahora dando pena a la familia!.
Ese extraño y a veces cruel mecanismo de defensa que tenemos las personas para negar la realidad, para que esta, no salte sobre nosotros
Cruda, irreversible, fría y descarnada.
Por concentrarse tanto en estos pensamientos Francisco Larrea se deprimió aun más de lo que ya estaba, y entonces comenzó a buscar la salvación y la salvación es Dios. ¡! Donde estas tú, eterno Dios ausente insondable misterio de la humanidad de todos los tiempos!!, dame una señal, muéstrame el camino, soy el más ruin de los Hombres, herrado, perdido, confundido, arrastrado por mis propias debilidades, ¡! Líbrame de esta vanidad que me ciega, que me aleja de ti, líbrame de esta codicia que me domina, ¡Perdóname y mírame, no ves que en ti quiero refugiarme, ¿no ves que en ti quiero salvarme, no vez que en ti quiero limpiar mi alma del pecado? Y entonces Francisco Larrea cayó de rodillas y sosteniendo el rostro con sus manos lloró como un niño sin consuelo, así estuvo largo rato, luego muy lentamente comenzó a desandar el trayecto recorrido y sin proponérselo, o tal vez arrastrado por la fuerza de la costumbre se halló nuevamente frente a las puertas de su hogar, como un autómata subió las escaleras, la casa estaba a oscuras, en silencio, eran las 10 de la noche, Francisco Larrea murmuró entre dientes, “no les importa nada de mí. Como respuesta a su solitaria recriminación, se encendieron las luces, y Francisco se encontró con la sala primorosamente decorada en cuyo centro se destacaba la mesa tendida como para un acontecimiento muy especial, bebidas, pasteles, bombones y toda clase de exquisiteces, al instante se acercó Alicia, su mujer, sus hijos y algunos amigos de Francisco Larrea, voluntarios y cómplices de tan agradable sorpresa, Alicia se adelantó diciendo……….
Quisimos obsequiarte esta fiesta, por eso , hoy fingimos no recordar tu cumpleaños
¿Comprendes Francisco?, pero Francisco Larrea solo atinó a balbucear, perdónenme….
En verdad nadie entendió lo que quiso decir. ¡Feliz cumpleaños Francisco!
Y todo fue alegría, eran las tres de la mañana cuándo se retiraron las visitas. Alicia y Francisco se hallaban en su dormitorio, el no se atrevía a mirarla a los ojos, avergonzado, reconocía sus errores, pero sentía que aún no todo estaba perdido, volvería a empezar y aprendería a darle importancia a lo verdaderamente importante, sus miradas se encontraron y los dos reconocieron
Ese punto luminoso de la esperanza que los proyectaría a una nueva y verdadera Vida, donde lo material nunca más ocuparía el primer lugar. El tiempo de cambiar había llegado.
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