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Género: Cuento.
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Edad: 12 años
La dama antigua
En un lugar lejano, una familia británica está terminando la mudanza. Han elegido una casa a las orillas del mar, y gracias a su clase social alta, no ha sido un gran problema pagarla. Supuestamente es un pueblo tranquilo. Sin embargo, los rumores dicen lo contrario…
Sin más, dejando todo atrás, Corey, un joven con ojos color miel, pelo castaño e inteligente, se encaminó a la biblioteca, lugar que sus tíos le habían recomendado, ya que ellos habían vivido allí durante dos años. Tan metido en sus pensamientos, él camina por las calles de vista gentil, observando en el horizonte la fachada de un edificio añejo con pérgola, que parecía calcular cada uno de tus movimientos desde aquella colina. De pronto, no se dio cuenta que casi fue protagonista de un accidente.
-¿Cómo vas a cruzar en verde?- gritaron al unísono los conductores disgustados.
Al anochecer fue cuando llegó a la condenada biblioteca. Miró detenidamente, y ésta tenía aires arcaicos… Pues claro: ¡era una biblioteca!... Entró y la puerta dio un chillido tenebroso. El bibliotecario, Mr. Rool, con un aura oscura, ni se inmutó. Sin dar mucha importancia, Corey caminó hasta una de los estantes, y lo examinó hasta encontrar el libro indicado: “Los gatos negros”, de Dylan Wolf. Triunfante, se sentó lo más alejado de la llamativa escalera que se encontraba en medio del establecimiento.
Luego de que unos cuantos minutos transcurrieran, se escucha:
-¡Mr.Rool…!
Luego,
una gran carcajada que rompe el tenebroso
silencio. Corey miró al bibliotecario, quien tenía los ojos como plato, y, a paso
ligero, subió por la escalera.
Los
minutos pasaban y el señor no bajaba. Corey seguía mirando de reojo la
escalera, en espera del señor. Se sentía muy solo. La curiosidad lo mataba y de
a poco, peldaño por peldaño, fue subiendo hasta llegar al segundo piso.
Era
una habitación vacía, y no había ningún alma además de la de él. O eso creyó,
porque una extraña brisa rozó su nuca, atemorizándolo. Luego, escuchó una ligera risita. Miró para un
costado y vio la repentina aparición de muchos utensilios de cocina, moviéndose
solos de un lado para el otro, volando y… ¿hablando?
De pronto, personas trasparentes se aparecieron de la nada, con sonrisas en sus rostros:
-Eres curioso, chico…- dijo una anciana, con ropa anticuada para la época actual en la que vivimos.
Comiéndose
vivo por el miedo, Corey bajó corriendo las escaleras, y se dirigió a la puerta. Trató con tanta desesperación abrirla, pero
no pudo. Como segunda opción, abrió una
ventana y logró escapar. Sin mirar atrás, entró en un almacén. Allí, la gente
lo miraba con desapego y de reojo, cosa que no le importó. Balbuceando, intentó
explicar lo sucedido y conseguir a alguien que lo ayudara a buscar al señor Rool,
pero quienes lo escuchaban, manifestaba
una actitud apática ante su relato. El dueño de la tienda de pronto rompió el
silencio, y le dijo
-¡Estás loco, chico! ¡Se nota que no eres de por aquí…!-
-¡Estás loco, chico! ¡Se nota que no eres de por aquí…!-
Su
vista se nublaba, pero Corey pudo ver a
la dama antigua posar sus manos en los hombros de quien le dirigía la palabra.
Con una mirada penetrante, posó su dedo índice sobre sus labios, y a la vez musitó:
-¡
Shh…!
Ahí,
la vista de Corey se nubló por completo. De repente, de un salto despertó y se encontró con el
libro en su regazo, aún dentro de esa tétrica y gigantesca habitación de la
biblioteca. Con desesperación, miró a su
alrededor, y vio al bibliotecario en su
trabajo, organizando libros.
Suspiró aliviado. Miró el libro. Caminó hasta el estante y lo dejó. Pero cuando se disponía a marcharse, la misma carcajada escuchó, que nuevamente le helaba la sangre:
-¡Mr., Rool…!
-¡Mr., Rool…!
Zoe
Quiroga. Escuela Técnica.
Primer premio categoría primaria del Concurso de la Sociedad de Escritores. Año 2014.
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