Sus manos eran mi sustento y ante cualquier caída allí estaban presentes; lo mismo que el agua alimentando el crecer de una flor…aun no le sabía, ni tenía con que hacerle la pregunta esencial. Era un horizonte de colores, su casa…mi casa, lo daba todo hacia mí. El avión que planeaba entre los destellos de esa luz, que permanentemente me rodeaba y nos rodeaba.
Todo el entorno estaba lleno de reflejos, como si fuese un abanico en donde cada pliegue tenía un espejo en el cual habitaba una respuesta, que yo debía alcanzar y aún…no le sabía, ni tenía con que hacerle la pregunta esencial. Sentí la ternura no expresada con palabras y aprendí a ver, que se puede ver aún sin ver….guardar para después poder contar y tener.
Cómplice de mis andanzas y sin revelarlas…siempre tras de mi aunque a veces me estorbara. Un día me dio un portafolios color canela y sin decirlo, me lo dijo; en mas de un silencio la comprendí, aunque a la fuerza y con rabietas…gracias a eso pude subir un escalón y aprender a como me enseñaba en secreto. Aun allí tampoco tenía yo la forma de hacerle la pregunta esencial.
Me transportó hacia un insondable rio de signos y puntuaciones que me iban completando aquella forma nueva y desconocida, como para poder armar aquella pregunta; el sentido de la palabra fue lo que me permitió ver como encarar ese trance de preguntar y al fin, para mal o para bien…saber de que se trataba.
Luego de mucho andar y de años de mirarla venirse vieja, la comprendí tanto que me desentendí de todo idioma…llegó el atardecer de su vida y vi como poco a poco su sol caía hasta que repentinamente la luz contenedora, se apagó. Pude ver al término de toda esa vida conociéndome como su hijo, que la pregunta ya no era tan esencial.
Ella ya había pasado a habitar en el infinito de esa galaxia azul que aún, no pasa por mi; la pregunta quedó sin ser hecha porque ya había entendido yo, todo el contexto sin que hubieran mediado las palabras…Se muy bien que esta feliz y que la luz nunca se apagó, sino que brilla aún mas radiante; mucho mas lejos de nuestro entendimiento.
Luis Eduardo Campos… Para Carmen.
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