martes, 21 de febrero de 2012

HERMOSA EXPERIENCIA - Por Catalina Cimino de Nicholson

HERMOSA EXPERIENCIA

Atardecer gris muy gris, en el cual el horizonte se ve como si se reflejara en un espejo de agua. Sentada frente al río, miro el paisaje y las grandes montañas parecen inmensos monstruos cómplices del viento y de la lluvia, del ir y venir de los pájaros, de sus sonidos mezclados con el llanto de un niño... ¿Lo escuchaba yo, o era mi imaginación?. No, yo lo escuché, salí caminando y me interné entre los arbustos, tropecé con piedras pero no me detuve, seguí mi camino, guiada por ese sonido o sollozo, aunque en realidad no sabría definir que era. Caminé bastante y por fin llegué a ese lugar solitario, sin luz, tan inhóspito donde parece que allí sólo existiera la naturaleza... pero no era así: para mi sorpresa, encontré una choza y dentro de ella una mamá que había dado a luz..., ése era el sonido lejano que escuché. Y el panorama que mis ojos veían era asombroso, ver a esa madre con que ternura trataba de arropar y calmar el llanto del niño, allí en un lugar donde no había lujos no riquezas pero sí amor, mucho amor y algo que también llamó mi atención: fue ver allí dentro una cortina o manta que parecía un abanico de colores que cubría el lugar. Me senté en el suelo y observé ese cuadro "MADRE INDIA Y BEBE" y mi mente viajó a millones de años y pensé en una estrella, en una galaxia, en la luna y me pregunté: ¿allí también habrá nacimientos? ¿allí también, la vida será como la nuestra?. No obtuve respuesta, pues la voz de esa mujer me hizo volver a la realidad, me preguntó que hacía yo allí, quien era y que quería... no atiné a responderle pues el lugar ese tan placentero, tan único me había anulado, mis signos vitales estaban ahí intactos pero sumergidos en el espacio, en el tiempo en el infinito. No se cuanto duró esa experiencia, minutos, horas o quizás segundos. Me hice entender con palabras y señas, saludé y me retiré, otra vez bajo la mirada asombrada de la mujer, emprendí el regreso  caminata larga sin sonidos que me guiaran, pero con tanta paz en mi alma que después de tanto andar llegué a mi hogar y cuando entré sentí ese aroma tan particular a canela: mi madre me esperaba con un riquísimo postre, devolviéndome mi imagen.

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