¿Quién eligió la palabra insondable?
¿Podré recordar hasta el último de mis días todos mis sueños de vuelos y persistir volando con mis sueños de siempre?
Ahora que tal vez pueda dar conciertos en el cielo de la música: ¿El acordeón del abuelo Emilio habrá logrado juntarse con su tecla de nácar perdida?
¿Las Caricias quedan eternamente guardadas en las neuronas?
Si el agua va y viene por la naturaleza, ¿alguna lluvia te mojará con mis lágrimas? ¿Beberé tu sudor transformado en un vaso de vino?
Además de la intensidad del color, la suavidad de su fragancia y la grandeza de su pequeñez ¿Qué es lo que me atrae de esas plantas de violetas que tantos pisotean?
Después que han pasado muchos vientos ¿A que lugar del mundo habrán llegado las partículas de tierra reseca de los castillos de barro que modelamos en nuestra niñez?
¿Dónde se fugó la bravura del tren que resoplaba sobre la pampa y se enfurecía en el eco de los andenes?
¿Me reclamarás el fuego de las letras?
¿Quién se ocupa de preparar cada trampa del destino?
¿Existe alguien que pueda vivir en paz con una culpa que nadie comprende?
¿Podrán los escépticos recuperar pureza, candor, inocencia, ingenuidad y tantas cosas más cuando alguien les demuestre que la verdad existe? ¿Existe la verdad?
Tengo éstas, y muchas otras preguntas; incluso algunas a las que no me atrevo a coronarlas con signos de interrogación y quedan así flotando entre las dudas o las sospechas de la incertidumbre. Por elección y no por insondables, tengo éstas, y muchas otras preguntas de las cuales no quiero saber las respuestas.
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